¿Cómo percibimos el paso del tiempo?

 

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Vivimos obsesionados con el tiempo. Ninguna sociedad más que la nuestra está inmersa en esa frenética carrera por controlarlo, comprimirlo, estirarlo como el chicle, e -incluso- tratar de multiplicarlo. Pero ¿cómo mide el tiempo nuestro cerebro? Los científicos todavía tratan de responder a esta pregunta.

Los científicos no han podido determinar en qué área específica del cerebro se procesa el tiempo, ya que, en las pruebas de percepción temporal, las imágenes de resonancia magnética muestran diversas partes (cerebelo, ganglios basales o córtex frontal) que se activan. Esto podría ser porque el tiempo está relacionado con muchas de nuestras acciones diarias, como la memoria a corto plazo o la toma de decisiones.

El cerebro trata de forma distinta los impulsos automáticos o sensaciones directas -lo que ocurre en una escala de 10 a 100 milisegundos- y escalas mayores: segundos, minutos u horas. El tiempo por debajo del segundo es importantísimo en cuestiones como el movimiento y la coordinación de músculos y articulaciones.

Es necesario establecer con precisión la duración de tiempos muy complejos en pruebas atléticas o artísticas; y acompasar la relación espacio, visión y tiempo al coger al vuelo un objeto. Percibimos antes los estímulos auditivos que los visuales (por eso se da un pistoletazo de salida en las carreras), aunque nuestro cerebro construye la percepción para que parezcan simultáneos.

La escala inferior al segundo se empieza a estudiar ahora y puede arrojar resultados reveladores sobre lo que hacemos instintivamente, sin pensar.

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Vivimos obsesionados con el tiempo. Ninguna sociedad más que la nuestra está inmersa en esa frenética carrera por controlarlo, comprimirlo, estirarlo como el chicle, e -incluso- tratar de multiplicarlo. Pero ¿cómo mide el tiempo nuestro cerebro? Los científicos todavía tratan de responder a esta pregunta.

Los científicos no han podido determinar en qué área específica del cerebro se procesa el tiempo, ya que, en las pruebas de percepción temporal, las imágenes de resonancia magnética muestran diversas partes (cerebelo, ganglios basales o córtex frontal) que se activan. Esto podría ser porque el tiempo está relacionado con muchas de nuestras acciones diarias, como la memoria a corto plazo o la toma de decisiones.

El cerebro trata de forma distinta los impulsos automáticos o sensaciones directas -lo que ocurre en una escala de 10 a 100 milisegundos- y escalas mayores: segundos, minutos u horas. El tiempo por debajo del segundo es importantísimo en cuestiones como el movimiento y la coordinación de músculos y articulaciones.

Es necesario establecer con precisión la duración de tiempos muy complejos en pruebas atléticas o artísticas; y acompasar la relación espacio, visión y tiempo al coger al vuelo un objeto. Percibimos antes los estímulos auditivos que los visuales (por eso se da un pistoletazo de salida en las carreras), aunque nuestro cerebro construye la percepción para que parezcan simultáneos.

La escala inferior al segundo se empieza a estudiar ahora y puede arrojar resultados reveladores sobre lo que hacemos instintivamente, sin pensar.

LADRAN, LUEGO CABALGAMOS

“Ladran, luego cabalgamos”, es sin duda el dicho más famoso de don Quijote y de Cervantes.
#Zohar #Reblog

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“Ladran, luego cabalgamos”, es sin duda el dicho más famoso de don Quijote y de Cervantes. Aunque

está atribuido a él, no hemos sido capaces de encontrarlo en El Quijote. Consultadas otras fuentes,

vemos que todo el mundo lo cita pero nadie da la referencia de dónde se encuentra. Misterio.

Este conocido proverbio nos plantea sin tapujos que hay dos tipos de personas: las que ladran y las que cabalgan. Unas son como los perros; otras como los caballeros. Unas carecen de la Palabra y las otras se están cabalgando a sí mismas, dirigiéndose hacia la Patria Perdida en busca de la Palabra de Vida.

Para los sabios, aquel que no está en esta búsqueda puede compararse al perro, animal que los antiguos asociaban al dios Mercurio. Está ladrando o, si lo preferimos, robando (ocupación de Mercurio): es un ladrón. “Ladran” porque hablan desde el estado bestial y roban…

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Alonso Sánchez, navegante de Huelva, «EL PRENAUTA»

Alonso Sánchez, navegante de Huelva, «EL PRENAUTA»

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Aún recordamos de la escuela la historia del Descubrimiento de América por Cristobal Colón, y las representaciones que hacíamos el 12 de octubre. Incluso recuerdo a un Gerard Depardieu incándose a la llegada de las costas de Costa Rica, allá en Limón, imagen de 1492: La conquista del paraiso.

Pero hay una historia «oculta», muy interesante que nos habla de un tal Alonso Sánchez de Huelva, conocido como «el prenauta», que lo señalan como el primer navegante que llegó a estas bellas tierras.

El padre Bartolomé de las Casas narra la historia de un navío que se ve envuelto en una tormenta y es desviado de su ruta original para acabar llegando al Nuevo Mundo:

«Díjose que una carabela o navío que había salido de un puerto de España y que iba cargada de mercadería para Flandes o Inglaterra, o para los tractos, la cual, corriendo terrible tormenta, y arrebatada de la violencia e ímpetu de ella, vino diz que, a parar a estas islas y que aquesta fue la primera que las descubrió.»

(Fray Bartolomé de las Casas)

También Gómez Suárez de Figueroa, llamado el Inca Garcilaso de la Vega, quien se la habría oído contar a su padre, servidor de los Reyes Católicos.

En el capítulo III de sus Comentarios reales (1609), el inca presentaba una minuciosa reconstrucción de los hechos: “Cerca del año de mil y cuatrocientos y ochenta y cuatro, uno más o menos, un piloto natural de la villa de Huelva, en el Condado de Niebla, llamado Alonso Sánchez de Huelva, tenía un navío pequeño, con el cual contrataba por la mar, y llevaba de España a las Canarias algunas mercaderías que allí se le vendían bien, y de las Canarias cargaba de los frutos de aquellas islas y las llevaba a la isla de la Madera, y de allí se volvía a España cargado de azúcar y conservas.

Andando en esta su triangular contratación, atravesando de las Canarias a la isla de la Madera, le dio un temporal tan recio y tempestuoso que, no pudiendo resistirle, se dejó llevar de la tormenta y corrió veinte y ocho o veinte y nueve días sin saber por dónde ni adónde, porque en todo este tiempo no pudo tomar el altura por el sol ni por el Norte.

Padecieron los del navío grandísimo trabajo en la tormenta, porque ni les dejaba comer ni dormir. Al cabo de este largo tiempo se aplacó el viento y se hallaron cerca de una isla; no se sabe de cierto cuál fue, mas de que se sospecha que fue la que ahora llaman Santo Domingo”.

Lo más interesante del asunto, y que le brinda un hilo conductor de credibilidad a la leyenda es que fueron justamente los mapas y las bitácoras de viaje de Sánchez de Huelva, las que le permitieron a Colón definir una ruta certera y gestionar el apoyo de los reyes católicos, lo que le permitió incluso que le nombraran en las Capitulaciones de Santa Fe, gobernador «de las tierras que había descubierto» (sic) previo a su expedición.