Existen diferentes historias acerca del origen del café. Una de las más extendidas cuenta que el café fue descubierto por un pastor de cabras etíope llamado Kaldi,en algún momento entre el año 600 y el 800. Kaldi notó que sus cabras actuaban de forma extraña, y descubrió que habían estado comiendo las bayas de un arbusto cercano. Picado por la curiosidad, él mismo probó las bayas junto con otros pastores, observando que aumentaba su energía. Enseñó el arbusto a un monje de un monasterio cercano y pronto se propagó su uso por toda la región. Se había descubierto el café.
Alrededor del año 1000, los comerciantes árabes empezaron a cultivar la planta. También comenzaron a hervir las bayas, obteniendo una bebida a la que llamaban «qahwa»,-literalmente, «lo que evita el sueño»- Se sabe que los musulmanes, que no podían beber vino, tomaban café durante las oraciones, en las mezquitas e incluso en sus peregrinaciones a La Meca.
El comercio del café fue celosamente custodiado por los árabes, que hicieron todo lo posible para impedir que otros países adquiriesen su preciada simiente. De hecho, no se permitía que los granos de café fueran sacados de Arabia a menos que hubieran sido secados al sol o cocidos en agua para matar el germen de la semilla. Se dice que hasta el año 1600 no germinó una sola semilla de café fuera de África o Arabia.
En 1453, el café fue introducido en Constantinopla por los turcos otomanos. Allí se abrió en 1475 la primera cafetería del mundo, «Kiva Han». La legislación turca consideró que una mujer podía pedir el divorcio, si su marido no le proporcionaba su cuota diaria de café. En 1511 Khair Beb, el corrupto gobernador de La Meca, trató de prohibir el café por temor a que su influencia fomentase la oposición a su gobierno. El sultán decretó que el café era sagrado y el gobernador fue ejecutado. En el año 1600, el café fue introducido en Occidente por los comerciantes italianos, y enseguida captó la atención de las altas esferas. El papa Clemente VIII fue alertado por sus asesores, que consideraban que la bebida favorita del Imperio Otomano formaba parte de la amenaza infiel. Sin embargo, el pontífice en vez de prohibirlo decidió «bautizarlo», convirtiéndolo así en una bebida cristiana, y por lo tanto aceptable.
A partir del siglo XVII, el consumo de café se extiende por todo Occidente y proliferan las cafeterías en todos los países. Como curiosidad cabe señalar que en el siglo XVIII, en Alemania se intentó prohibir el café a las mujeres por creer que podía provocar esterilidad. Afortunadamente la moción no prosperó.